martes, 26 de enero de 2010

Paciente de la habitación 1040


Hemos tenido el privilegio de poder hacer una asistencia evangélica a uno de nuestros hermanos, un hermano que ha levantado varias iglesias en su vida de servicio y obediencia al SEÑOR.

Era un hermano que desde su más tierna infancia se enfrentaba a la enfermedad, y los médicos no pronosticaban a sus padres que su vida fuese a ser muy larga, pero el SEÑOR tenía otro propósito para él y contradijo toda la sabiduría humana ¿Cómo no?

Un hermano que nunca estuvo solo, siempre había en su habitación algún miembro de alguna de sus iglesias.

Pudimos conocerle y estar también a su lado fue todo un privilegio, viendo cómo era un testimonio para todos los médicos y enfermeras que le trataban, pues sus dolencias eran tremendas y él seguía adelante buscando la voluntad de DIOS.

Allí estuvimos nosotros para consolarlo, para animarlo, para apoyarlo. Nos decía: ¡No sé como orar ya!, y nos habría su corazón, nos contaba más que sus bendiciones, sus pecados, y orábamos juntos, y siempre ensalzábamos la soberanía de DIOS aun en estas circunstancias y él decía “amen”.

Pudimos estar ahí para ser bálsamo y apoyo para su partida. Sí hermanos, él partió con el SEÑOR. Fuimos bendecidos al poder estar a su lado durante su última estancia, durante todo este tiempo que en el hospital le servimos, le amamos, y le ayudamos por medio del ministerio que nuestro SEÑOR JESUCRISTO ha levantado en el hospital 12 de Octubre.

Sergio Zarpadiel

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